Las Tolerancia Cero ha llenado de prepotencia y abusos a la Ciudad de México. Más sentido de la realidad y menos espíritu de ganado es lo que necesitamos para oponernos al sinfín de ortopedias que tuercen nuestras conductas y empobrecen nuestras interacciones con el entorno. Es verdad: el “todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario” es una aforismo que no sólo se practica con el detenido, pues el veneno de su cuidarnos ha creado ya una pesada sensación de culpa sobre la inmensa mayoría de la población… Y sin embargo siempre es más evidente la violencia cotidiana del “es por su seguridad”, que la amenaza de la que supuestamente nos protegen.
Y ahí están las cámaras omnímodas en las calles y en el metro, y los dibujitos amables que con amable hijo’eputez te muestran cómo dejarte revisar por la policía. Mientras, arriba, en una caricatura bien hecha de lo procedimentalmente mal hecho por el Gobierno Federal, Ebrad nos deja caer sus diez palmaditas abstractas para paliar la crisis, luego de incrementar a lo bestia el precio de vivir en esta ciudad. Pero en la real politique de culo hinchado, la sabiduría del miedo nos dice que sería peor tener al Ejército patrullando las calles… esos tristes ecos del “nada es posible por fuera de nuestro partido de izquierda”, si supieran que sus correlatos con sueldo le venden el mismo mensaje a los de arriba, agregando el plus de que ellos sí son capaces de medirle la temperatura a la perrada (a la que además dicen controlar). Triste la disyuntiva, ¿no?: o las politicas de control de Marcelo, o el defile militar de abusos solapados… No cabe duda que el valor de la vida humana sigue bajando y no encuentra aún el fondo.
Por cierto, ¿quién se recuerda de Patricia Terroba de Pintado? No era militante de ninguna organización social, mucho menos narcotraficante, y sin embargo los valientes marinos la acribillaron con 180 balazos aquella cuestionable noche de viernes, cuando las Armas de la Patria se llenaron de gloria tras la ejecución extrajudicial del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, en Ahuatepec, Morelos. Ella no tenía que ver con nada… a lo mejor pudo estar aplaudiendo frente a la televisión la entrada de la policía al pueblo de San Salvador Atenco la mañana del cuatro de mayo del 2006, quizá no, y su indiganación fue como la de miles de mexicanos en esos momentos… también puede ser que simplemente no le importó y siguió con su vida, el caso es que su ausencia es irremediable, como irremediable es la digestión inútil de su caso en las igualmente inútiles oficinas de Derechos Humanos en Morelos y en todo el país, ariborradas con chingaderas del genere.
Y de una cosa a la otra llegamos a ese otro “por cierto” que es el macabro experimento llamado Ciudad Juárez… entonces otro nombre: Josefina Reyes. Tal como se cuenta en la jornada, esta luchadora social “obtuvo notoriedad en el verano de 2008, con una huelga de hambre frente a las oficinas de la Procuraduría General de la República (PGR) para exigir que apareciera su hijo, levantado (plagiado sin intención de obtener rescate) por militares […]”; poco tiempo despúes, otro de sus hijos fue asesinado. A pesar de los antecedentes (o más bien gracias a ellos), Josefina fue detenida por encabezar varias protestas en contra de la militarización del estado de Chihuahua; pero no fue suficiente para el Estado, y es que a pesar de que su caso figuraba ya en los escritorios de Amnesia Internacional, el domingo cuatro de enero Josefina fue asesinada por pistoleros frente a un puesto de barbacoa.
Y “Colorado, colorado…”, porque mientras me acomodo una hipotética versión de tan desconocida rola del extinto José de Molina, me dan ganas de regresar al DF, pues es fresca la noticia y poca la resonancia del caso de Virgilio Noel Mundo López, un compañero adherente a la Otra Campaña que permanece desaparecido desde el pasado cinco de noviembre. Al respecto, en la página de Kaosenlared se lee lo siguiente:
Los familiares de Noel refieren que, días antes de su desaparición, había recibido amenazas. Al parecer fue secuestrado al salir de su casa, rumbo al trabajo, pues ese día no pasó a comprar el periódico en el puesto donde habitualmente lo hace. Antes de presentar la denuncia ante la PGJ-DF, la familia lo buscó en delegaciones y hospitales, sin resultado. Denuncian también que recibieron un par de llamadas anónimas en las que les dicen que “está secuestrado”. Cuando los familiares pidieron que le pasaran el teléfono para tener la seguridad de que es él a quien tienen, sólo escucharon gemidos de dolor.
Consabida chingadera en todo caso, porque la otra cara del decreciente valor de la vida humana cobra realidad en el gesto indiferente con el que liberamos nuestra bandeja de correo electrónico de la salpicadera cotidiana de desgracias remotas y no tanto…
Y ahí están las cámaras omnímodas en las calles y en el metro, y los dibujitos amables que con amable hijo’eputez te muestran cómo dejarte revisar por la policía. Mientras, arriba, en una caricatura bien hecha de lo procedimentalmente mal hecho por el Gobierno Federal, Ebrad nos deja caer sus diez palmaditas abstractas para paliar la crisis, luego de incrementar a lo bestia el precio de vivir en esta ciudad. Pero en la real politique de culo hinchado, la sabiduría del miedo nos dice que sería peor tener al Ejército patrullando las calles… esos tristes ecos del “nada es posible por fuera de nuestro partido de izquierda”, si supieran que sus correlatos con sueldo le venden el mismo mensaje a los de arriba, agregando el plus de que ellos sí son capaces de medirle la temperatura a la perrada (a la que además dicen controlar). Triste la disyuntiva, ¿no?: o las politicas de control de Marcelo, o el defile militar de abusos solapados… No cabe duda que el valor de la vida humana sigue bajando y no encuentra aún el fondo.
Por cierto, ¿quién se recuerda de Patricia Terroba de Pintado? No era militante de ninguna organización social, mucho menos narcotraficante, y sin embargo los valientes marinos la acribillaron con 180 balazos aquella cuestionable noche de viernes, cuando las Armas de la Patria se llenaron de gloria tras la ejecución extrajudicial del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, en Ahuatepec, Morelos. Ella no tenía que ver con nada… a lo mejor pudo estar aplaudiendo frente a la televisión la entrada de la policía al pueblo de San Salvador Atenco la mañana del cuatro de mayo del 2006, quizá no, y su indiganación fue como la de miles de mexicanos en esos momentos… también puede ser que simplemente no le importó y siguió con su vida, el caso es que su ausencia es irremediable, como irremediable es la digestión inútil de su caso en las igualmente inútiles oficinas de Derechos Humanos en Morelos y en todo el país, ariborradas con chingaderas del genere.
Y de una cosa a la otra llegamos a ese otro “por cierto” que es el macabro experimento llamado Ciudad Juárez… entonces otro nombre: Josefina Reyes. Tal como se cuenta en la jornada, esta luchadora social “obtuvo notoriedad en el verano de 2008, con una huelga de hambre frente a las oficinas de la Procuraduría General de la República (PGR) para exigir que apareciera su hijo, levantado (plagiado sin intención de obtener rescate) por militares […]”; poco tiempo despúes, otro de sus hijos fue asesinado. A pesar de los antecedentes (o más bien gracias a ellos), Josefina fue detenida por encabezar varias protestas en contra de la militarización del estado de Chihuahua; pero no fue suficiente para el Estado, y es que a pesar de que su caso figuraba ya en los escritorios de Amnesia Internacional, el domingo cuatro de enero Josefina fue asesinada por pistoleros frente a un puesto de barbacoa.
Y “Colorado, colorado…”, porque mientras me acomodo una hipotética versión de tan desconocida rola del extinto José de Molina, me dan ganas de regresar al DF, pues es fresca la noticia y poca la resonancia del caso de Virgilio Noel Mundo López, un compañero adherente a la Otra Campaña que permanece desaparecido desde el pasado cinco de noviembre. Al respecto, en la página de Kaosenlared se lee lo siguiente:
Los familiares de Noel refieren que, días antes de su desaparición, había recibido amenazas. Al parecer fue secuestrado al salir de su casa, rumbo al trabajo, pues ese día no pasó a comprar el periódico en el puesto donde habitualmente lo hace. Antes de presentar la denuncia ante la PGJ-DF, la familia lo buscó en delegaciones y hospitales, sin resultado. Denuncian también que recibieron un par de llamadas anónimas en las que les dicen que “está secuestrado”. Cuando los familiares pidieron que le pasaran el teléfono para tener la seguridad de que es él a quien tienen, sólo escucharon gemidos de dolor.
Consabida chingadera en todo caso, porque la otra cara del decreciente valor de la vida humana cobra realidad en el gesto indiferente con el que liberamos nuestra bandeja de correo electrónico de la salpicadera cotidiana de desgracias remotas y no tanto…
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