Ante las
evidencias, ¿podemos afirmar que el mercado logró en un par de días
lo que no consiguió la voluntad popular en dos años de protestas?
¿Debemos creer que pudo más una variación en el índice spread
que todas las evidencias de corrupción y otros crímenes que pesaban
sobre Berlusconi? Puede ser, como dicen algunos, que las reacciones
del mercado terminaron por sepultar la viabilidad de un gobierno que
a estas alturas solamente era capaz de reaccionar a los ataques en su
contra. Lo cierto es que independientemente de la lenta digestión
intelectual que al respecto de estos hechos se avecina, no deja de
ser significativo que la salida de Berlusconi se de justamente ahora,
cuando la espantosa voracidad de la especulación toca suelo
italiano.
En este país, como
en el resto de los que integran la Unión Europea, la crisis
económica ha desatado un profundo malestar entre la población. La
inflación, el desempleo y la precarización de los trabajos
existentes han deteriorado la calidad de vida de 47% de las familias
italianas. Por si fuera poco, 2.5 millones de jóvenes de entre 20 y
30 años de edad no estudian ni trabajan, y sus expectativas son tan
oscuras, que se habla de toda una generación de futuros ancianos
condenada a la indigencia. Como consecuencia, en los últimos años
la rabia y la indignación del pueblo italiano ha terminado por
concentrarse en la figura de Berlusconi y su gobierno. En ese
sentido, se espera que la tensión social acumulada disminuya tras la
renuncia del Premier y ante la perspectiva de un relevo dentro de la
clase política en el poder.
Efectivamente,
dadas las condiciones políticas de este país, actualmente no existe
un horizonte emancipatorio que vaya más allá de ese engendro
borroso llamado democracia,
ni orden económico más allá del capitalismo. Ante la ausencia
total de una alternativa antisistémica, las esperanzas de la
población están depositadas en los partidos de centro-izquierda, y
en una no menos borrosa noción de retorno/restauración del Welfare
italiano de la postguerra.
Huelga decir que este último ha venido siendo desmantelado al amparo
del berlusconismo durante los últimos 17 años, con la venia de los
poderes fácticos de Unión Europea.
El poder de Silvio
Berlusconi, cuyo fortuna asciende a 9 mil millones de dólares, ha
estructurado una forma de gobierno basada en la criminalidad y el
amiguismo. Las leyes elaboradas para mantenerlo fuera de la cárcel
son proporcionales al número de procesos judiciales en su contra, de
manera que su salida del poder no puede darse sin una debida garantía
de impunidad en el futuro.
El hecho de
condicionar su dimisión a la aprobación de la Ley de Estabilidad
(recorte al gasto público, aumento de la edad pensionable, aumento
de los impuestos, privatizaciones, etc.), tal como lo exige la Banca
Central Europea, nos sugiere que por los menos hacia afuera ya hay un
pacto. Hacia adentro, independientemente de que la oposición ha
calificado dicha ley como una “carnicería social”, lo cierto es
que esa fracción de la clase política no ofrece nada distinto en
cuanto a la gestión de la crisis. Tan es así, que no son pocas las
ocasiones en que sus líderes han sostenido la necesidad de llevar a
cabo las reformas económicas (las mismas que receta la BCE), en el
marco de una estabilidad política garantizada por ellos una vez que
Berlusconi abandone el poder.
De momento el
anuncio de la dimisión podría ser una simple estrategia del Premier
para ganar tiempo y comprar votos. De concretarse, sin embargo,
Italia se encontraría muy probablemente en un escenario de
transición lidereado por un gobierno provisorio, cuya
responsabilidad, más allá de organizar las elecciones, sería la
ejecución de las ordenes del único poder que parece gobernar Europa
en estos momentos: el mercado.
Es cierto que el
escenario es demasiado inestable para proyectar hipótesis sobre el
futuro inmediato. De cualquier manera es significativo que la crisis
económica haya conseguido cambiar el mapa político de los, así
llamados, PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España, por sus siglas en
inglés), a voluntad del capital y el poder financiero. En Grecia,
Giorgios Papandreou se vio obligado a renunciar, en su lugar queda
Lucas Papadimos, ex secretario de la BCE; en España, Rodríguez
Zapatero anunció hace tiempo la realización de elecciones
anticipadas.Y allá arriba, como dicen los zapatistas, todavía falta lo que falta.