sábado, 26 de abril de 2008

"Sospechosos ochentas"


Digamos que la alquimia del mercado sólo removió el sedimento purulento y nostálgico de nuestra infancia. Entonces las milagrosas sensaciones básicas que constituyen nuestras nostalgias, resultaron ser simples estereotipos resignificados a partir de la comercialización descarada del espectro comercial de una época.

El resultado: miles de inocentes treintañeros que se pudren en la intemperie de la precariedad laboral y que, junto con otros tantos miles de veinteañoeros cuasiproductivos, abarrotan los mostradores de las tiendas para comprarse un remedo plástico que haga las veces de asidero sentimental.

Una canción, algún juguete, quizá una serie de televisión, todo está disponible para una generación que, de repente, se ha descubierto como el epicentro del mercado. Entonces Heidi vuelve a tí, con todas sus aventuras, en DVD´s (pirata u original, da igual); puedes comprar los muñecos originales de los Caballeros de zodiaco sin la obsoleta mediación paterna, y cuando vas a alguna fiesta, puedes dejarte llevar con toda sinceridad, luego de varias cervezas, con música de Timbiriche.

La absolutización comercial de una época no elimina todo lo que ella representa, tanto a nivel personal como colectivo, simplemente lo aglutina en torno a una serie de productos haciendo que todo lo demás gire en torno al consumo. Algo verdaderamente macabro que no sólo supone la comercialización de la nostalgia, sino también la trivialización de la historia (también a nivel personal y colectivo). Y sí, es cierto que la seriedad acartona, pero eso no significa que también tengamos que delegar a la televisión y las empresas nuestra capacidad para la irreverencia.


Atte.
Fernando Vidal Olmos